martes, 17 de junio de 2008

Después de casi dos meses de ausencia


Después de casi dos meses de ausencia vuelvo a estas páginas para declarar mi familia en estado de conmoción interior. La Carta Magna Colombiana establece la posibilidad de declarar el estado de conmoción interior “en caso grave de alteración del orden público susceptible de afectar de manera inminente a la estabilidad institucional y a la seguridad del Estado”.

Esta no es época de finales felices, le dijo decidiadamente el chico que tenía sentado al lado en el teatro, a su compañera que estaba al otro. El domingo fui al cine a ver una chica cortada en dos, de Claude Chabrol, me gusto, mucho, pero no tiene un final feliz. Llego a casa, y me pongo a chatiar con mi mamá, era el día del padre, un día difícil para la familia, mi mama me dice que esta nostálgica, y me actualiza de noticias: Gabriel se dejo con la novia, esta muy triste y tiene mucha rabia. Anita después de tanta intensidad con al cameraman, se siente desgastada y perdida. Santi, se presento de nuevo a la universidad, ahora quiere estudiar publicidad. Y tu, tu alla.

Y yo, yo aquí.

La película del domingo sin final feliz se convirtió así en una especie de oráculo que anunciaba lo que venia. Todos en crisis al mismo tiempo, ¿como puede esto no alterar el equilibrio familiar? Y por esta alteración del orden, es que declaro mi familia, en estado de conmoción interior.

Para hacerle el quiete a la situación y mantener la calma por el bien de la familia misma, cada uno recurre a técnicas distintas. Yo siguiendo a mi hermana, busco góticas de rescate para la ansiedad, voy a una farmacia y tímida pregunto: ¿tienen rescate? Si, si señora, tenemos remedio rescate, ¿sabe como tomarlo? Unas góticas sobre la lengua cada vez que lo crea necesario. Muy bien, respondo yo, ¿cuanto cuesta? Serian 15.67 euros.
Salgo de la farmacia, y suspiro pensando: ¡si la tranquilidad verdadera se pudiera comparar en góticas como estas y solo costara 15.67 euros (40.800 pesos aprox)! Miro el frasco, nada especial a simple vista, pero debe tenerlo si tenemos en cuenta el precio.
Hago lo que tenia que hacer, recoger en la comisaría de policía mi nuevo NIE, número de identificación de extranjero, y en una zona de Barcelona a la que raramente llego a no ser por un motivo que me obligue y en este caso lo era, me siento en una banquita de la Rambla de Guipúzcoa, abro mi cartera, saco el famoso franquito que guarda la tranquilidad y pongo unas góticas en la lengua. Espero. El efecto no es inmediato como el de la morfina, es decir, no pones las góticas en la lengua y sientes que todo pasa (ilusa). Sabe a, mmmm, pienso, a whisky, si sabe a whisky! Haberlo sabido y por el mismo precio me hubiera comparado una botella de Jack Daniel´s, y me acuerdo de Luca, que sabiamente suele decirme: tomate un whisky que te pasa!

Salud amigos!

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